lunes, 9 de mayo de 2022

Poemas10DeMayo

Paquito

Salvador Díaz Mirón


Cubierto de jiras,

al ábrego hirsutas

al par que las mechas

crecidas y rubias,

el pobre chiquillo

se postra en la tumba,

y en voz de sollozos

revienta y murmura:

«Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.


«¡Qué bien que me acuerdo!

La tarde de lluvia;

las velas grandotas

que olían a curas;

y tú en aquel catre

tan tiesa, tan muda,

tan fría, tan seria,

y así tan rechula!

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.


«Buscando comida,

revuelvo basura.

Si pido limosna,

la gente me insulta,

me agarra la oreja,

me dice granuja,

y escapo con miedo

de que haya denuncia.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.


«Los otros muchachos

se ríen, se burlan,

se meten conmigo,

y a poco me acusan

de pleito al gendarme

que viene a la bulla;

y todo, porque ando

con tiras y sucias.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.


«Me acuesto en rincones

solito y a obscuras.

De noche, ya sabes,

los ruidos me asustan.

Los perros divisan

espantos y aúllan.

Las ratas me muerden,

las piedras me punzan...

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.


«Papá no me quiere.

Está donde juzga

y riñe a los hombres

que tienen la culpa.

Si voy a buscarlo,

él bota la pluma,

se pone muy bravo,

me ofrece una tunda.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras».


Y un cielo impasible

despliega su curva.

---


Guillermo Aguirre y Fierro

El Brindis del Bohemio.


En torno de una mesa de cantina,

una noche de invierno,

regocijadamente departían

seis alegres bohemios.


Los ecos de sus risas escapaban

y de aquel barrio quieto

iban a interrumpir el imponente

y profundo silencio.


El humo de olorosos cigarrillos

en espirales se elevaba al cielo,

simbolizando al resolverse en nada,

la vida de los sueños.


Pero en todos los labios había risas,

inspiración en todos los cerebros,

y, repartidas en la mesa, copas

pletóricas de ron, whisky o ajenjo.


Era curioso ver aquel conjunto,

aquel grupo bohemio,

del que brotaba la palabra chusca,

la que vierte veneno,

lo mismo que, melosa y delicada,

la música de un verso.


A cada nueva libación, las penas

hallábanse más lejos del grupo,

y nueva inspiración llegaba

a todos los cerebros,

con el idilio roto que venía

en alas del recuerdo.


Olvidaba decir que aquella noche,

aquel grupo bohemio

celebraba entre risas, libaciones,

chascarrillos y versos,

la agonía de un año que amarguras

dejó en todos los pechos,

y la llegada, consecuencia lógica,

del Feliz Año Nuevo...


Una voz varonil dijo de pronto:

Las doce, compañeros;

Digamos el requiéscat por el año

que ha pasado a formar entre los muertos.

¡Brindemos por el año que comienza!

Porque nos traiga ensueños;

porque no sea su equipaje un cúmulo

de amargos desconsuelos...


Brindo, dijo otra voz, por la esperanza

que a la vida nos lanza,

de vencer los rigores del destino,

por la esperanza, nuestra dulce amiga,

que las penas mitiga

y convierte en vergel nuestro camino.


Brindo porque ya hubiese a mi existencia

puesto fin con violencia

esgrimiendo en mi frente mi venganza;

si en mi cielo de tul limpio y divino

no alumbrara mi sino

una pálida estrella: Mi esperanza.


¡Bravo! Dijeron todos, inspirado

esta noche has estado

y hablaste bueno, breve y sustancioso.

El turno es de Raúl; alce su copa

Y brinde por... Europa,

Ya que su extranjerismo es delicioso...


—Bebo y brindo, clamó el interpelado;

brindo por mi pasado,

que fue de luz, de amor y de alegría,

y en el que hubo mujeres seductoras

y frentes soñadoras

que se juntaron con la frente mía...


Brindo por el ayer que en la amargura

que hoy cubre de negrura

mi corazón, esparce sus consuelos

trayendo hasta mi mente las dulzuras

de goces, de ternuras,

de dichas, de deliquios, de desvelos.


—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente

brote un torrente

de inspiración divina y seductora,

porque vibre en las cuerdas de mi lira

el verso que suspira,

que sonríe, que canta y que enamora.


Brindo porque mis versos cual saetas

Lleguen hasta las grietas

Formadas de metal y de granito

Del corazón de la mujer ingrata

Que a desdenes me mata...

¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!


Porque a su corazón llegue mi canto,

porque enjuguen mi llanto

sus manos que me causan embelesos;

porque con creces mi pasión me pague...

¡vamos!, porque me embriague

con el divino néctar de sus besos.


Siguió la tempestad de frases vanas,

de aquellas tan humanas

que hallan en todas partes acomodo,

y en cada frase de entusiasmo ardiente,

hubo ovación creciente,

y libaciones y reír y todo.


Se brindó por la Patria, por las flores,

por los castos amores

que hacen un valladar de una ventana,

y por esas pasiones voluptuosas

que el fango del placer llena de rosas

y hacen de la mujer la cortesana.


Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.

El del bohemio puro,

De noble corazón y gran cabeza;

Aquél que sin ambages declaraba

Que solo ambicionaba

Robarle inspiración a la tristeza.


Por todos estrechado, alzó la copa

Frente a la alegre tropa

Desbordante de risas y de contento;

Los inundó en la luz de una mirada,

Sacudió su melena alborotada

Y dijo así, con inspirado acento:


Brindo por la mujer, mas no por ésa

en la que halláis consuelo en la tristeza,

rescoldo del placer ¡desventurados!;

no por esa que os brinda sus hechizos

cuando besáis sus rizos

artificiosamente perfumados.


Yo no brindo por ella, compañeros,

siento por esta vez no complaceros.

Brindo por la mujer, pero por una,

por la que me brindó sus embelesos

y me envolvió en sus besos:

por la mujer que me arrulló en la cuna.


Por la mujer que me enseño de niño

lo que vale el cariño

exquisito, profundo y verdadero;

por la mujer que me arrulló en sus brazos

y que me dio en pedazos,

uno por uno, el corazón entero.


¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana

que piensa en el mañana

como en algo muy dulce y muy deseado,

porque sueña tal vez, que mi destino

me señala el camino

por el que volveré pronto a su lado.


Por la anciana adorada y bendecida,

por la que con su sangre me dio vida,

y ternura y cariño;

por la que fue la luz del alma mía,

y lloró de alegría,

sintiendo mi cabeza en su corpiño.


Por esa brindo yo, dejad que llore,

que en lágrimas desflore

esta pena letal que me asesina;

dejad que brinde por mi madre ausente,

por la que llora y siente

que mi ausencia es un fuego que calcina.


Por la anciana infeliz que sufre y llora

y que del cielo implora

que vuelva yo muy pronto a estar con ella;

por mi Madre, bohemios, que es dulzura

vertida en mi amargura

y en esta noche de mi vida, estrella...


El bohemio calló; ningún acento

profanó el sentimiento

nacido del dolor y la ternura,

y pareció que sobre aquel ambiente

flotaba inmensamente

un poema de amor y de amargura.

---

La mamadre

Pablo Neruda:


La mamadre viene por ahí,

con zuecos de madera. Anoche

sopló el viento del polo, se rompieron

los tejados, se cayeron

los muros y los puentes,

aulló la noche entera con sus pumas,

y ahora, en la mañana

de sol helado, llega

mi mamadre, doña

Trinidad Marverde,

dulce como la tímida frescura

del sol en las regiones tempestuosas,

lamparita

menuda y apagándose,

encendiéndose

para que todos vean el camino.


Oh dulce mamadre

—nunca pude

decir madrastra—,

ahora

mi boca tiembla para definirte,

porque apenas

abrí el entendimiento

vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,

la santidad más útil:

la del agua y la harina,

y eso fuiste: la vida te hizo pan

y allí te consumimos,

invierno largo a invierno desolado

con las goteras dentro

de la casa

y tu humildad ubicua

desgranando

el áspero

cereal de la pobreza

como si hubieras ido

repartiendo

un río de diamantes.


Ay mamá, ¿cómo pude

vivir sin recordarte

cada minuto mío?

No es posible. Yo llevo

tu Marverde en mi sangre,

el apellido

del pan que se reparte,

de aquellas

dulces manos

que cortaron del saco de la harina

los calzoncillos de mi infancia,

de la que cocinó, planchó, lavó,

sembró, calmó la fiebre,

y cuando todo estuvo hecho,

y ya podía

yo sostenerme con los pies seguros,

se fue, cumplida, oscura,

al pequeño ataúd

donde por primera vez estuvo ociosa

bajo la dura lluvia de Temuco.

___

A mi Madre, de Vicente Riva Palacio

Poema a una madre que ya no está


"¡Oh, cuan lejos están aquellos días

en que cantando alegre y placentera,

jugando con mi negra cabellera,

en tu blando regazo me dormias!

¡Con que grato embeleso recojías

la balbuciente frase pasajera

que, por ser de mis labios la primera

con maternal orgullo repetias!


Hoy que de la vejez en el quebranto,

mi barba se desata en blanco armiño,

y contemplo la vida sin encanto,


al recordar tu celestial cariño,

de mis cansados ojos brota el llanto,

porque, pensando en tí, me siento niño


Un golpe dí con temblorosa mano

sobre su tumba venerada y triste;

y nadie respondió ... Llamé en vano

porque ¡la madre de mi amor no existe!


Volví a llamar, y del imperio frío

se alzo una voz que dijo: ¡Si existe!

Las madres, nunca mueren ... Hijo mío

desde la tumba te vigilo triste ...


¡Las madres, nunca mueren!

Si dejan la envoltura terrenal,

suben a Díos, en espiral de nubes...

¡La madre, es inmortal!"

---

Poema a la madre de Alfonsina Storni

"No las grandes verdades yo te pregunto, que

No las contestarías; solamente investigo

Sí, cuando me gestaste, fue la luna testigo,

Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y sí, cuando en tu seno de fervores latinos,

Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro

Te adormeció las noches, y miraste en el oro

Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera

Y la envuelve una nube de locura ligera

Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta si el mar abre sus fuertes pebeteros.

Arrullada en un claro cantar de marineros

Mirar las grandes aves que pasan sin destino".

---

Poema a la Madre de Mario Benedetti

"Doce años atrás

cuanto tuve que irme

dejé a mi madre junto a la ventana

mirando la avenida

ahora la recobro

sólo con un bastón de diferencia

en doce años transcurrieron

ante su ventanal algunas cosas

desfiles y redadas

fugas estudiantiles

muchedumbres

puños rabiosos

y gases de lágrimas

provocaciones

tiros lejos

festejos oficiales

banderas clandestinas

vivas recuperados


después de doce años

mi madre sigue en su ventana

mirando la avenida

o acaso no la mira

sólo repasa sus adentros

no sé si de reojo o de hito en hito

sin pestañear siquiera


páginas sepias de obsesiones

con un padrastro que le hacía

enderezar clavos y clavos

o con mi abuela la francesa

que destilaba sortilegios

o con su hermano el insociable

que nunca quiso trabajar


tanto rodeos me imagino

cuando fue jefa en una tienda

cuando hizo ropa para niños

y unos conejos de colores

que todo el mundo le elogiaba

mi hermano enfermo o yo con tifu

mi padre bueno y derrotado

por tres o cuatro embustes

pero sonriente y luminoso

cuando la fuente era de ñoquis


ella repasa sus adentros

ochenta y siete años de grises

sigue pensando distraída

y algún acento de ternura

se le ha escapado como un hilo

que se le ha escapado como un hilo

que no se encuentra con su aguja


cómo quisiera comprenderla

cuando la veo igual que antes

desperdiciando la avenida


pero a esta altura qué otra cosa

puedo hacer yo que divertirla

con cuentos ciertos o inventados

comprarle una nueva tele

o alcanzarle su bastón".

---

Gabriela Mistral.

Caricia:

Madre, madre, tú me besas,

pero yo te beso más,

y el enjambre de mis besos

no te deja ni mirar...


Si la abeja se entra al lirio,

no se siente su aletear.

Cuando escondes a tu hijito

ni se le oye respirar...


Yo te miro, yo te miro

sin cansarme de mirar,

y qué lindo niño veo

a tus ojos asomar...


El estanque copia todo

lo que tú mirando estás;

pero tú en las niñas tienes

a tu hijo y nada más.


Los ojitos que me diste

me los tengo de gastar

en seguirte por los valles,

por el cielo y por el mar...

---

Amado Nervo

Mater Alma

Que tus ojos radien sobre mi destino,

Que tu veste nívea, que la luz orló,

Ampare mis culpas del torvo Dios Trino:

¡Señora, te amo! ¡Ni el grande Agustino

Ni el tierno Bernardo te amaron cual yo!


Que la luna, octante de bruñida plata,

Escabel de plata de tu piel real,

Por mi noche bogue, por mi noche ingrata,

Y en su sombra sea místico fanal.


Que los albos lises de tu vestidura

El erial perfumen de mi senda dura,

Y por ti mi vida brillará tan pura

Cual los lises albos de tu vestidura.


Te daré mis versos: floración tardía;

Mi piedad de niño: floración de abril;

E irán a tu solio, dulce madre mía,

Mis castos amores en blanca theoría,

Con cirio en las manos y toca monjil.

---

#Poemas10DeMayo

ParaPedirLimosna

limosna

Del latín. tardío eleemosy̆na, 

y este del griego. ἐλεημοσύνη eleēmosýnē.

1. f. Cosa, especialmente dinero, 

que se da a otro por caridad.

2. f. Donativo o subvención 

que se daba a los conventos de Indias, 

con cargo a los ingresos de encomiendas y otros.

caridad

Del latín. carĭtas, -ātis.

1. f. Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno.

2. f. Limosna que se da o auxilio 

que se presta a los necesitados.

3. f. Refresco de vino, pan y queso 

u otro refrigerio, 

que en algunos lugares dan las cofradías 

a quienes asisten a la fiesta del santo 

que se celebra.

4. f. Tratamiento usado 

en ciertas órdenes religiosas de mujeres 

y en alguna cofradía devota de varones. 

Su, vuestra caridad.

5. f. Agasajo que se hacía 

en muchos pueblos pequeños 

con motivo de las honras de los difuntos.

6. f. En Marina. 

Quinta ancla de respeto 

que solían llevar los navíos en la bodega.

7. f. Religión. 

En el cristianismo, 

virtud teologal que consiste en amar a Dios 

sobre todas las cosas, 

y al prójimo como a uno mismo.

8. f. Religión. 

Virtud cristiana opuesta a la envidia 

y a la animadversión.

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